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Ramón is back

Si alguna ves has venido por Zorrozaurre deberías saber quién es nuestro querido Ramón Barea, un pilar de Pabellón 6 en particular y de la pre-isla creativa + la península en general.

Que sea premio Nacional de Teatro no impide que te lo encuentres cualquier día pintando el escenario de la próxima obra que él y los demás espíritus libres que crearon Pabellón 6 están ensamblando, ni que sea tan sincero sobre las inseguridades de un oficio sin red o lo que hace falta en la escena creativa de una ciudad como Bilbao.

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Nos ha gustado mucho esta entrevista suya ayer mismo en El diario Norte, por muchos motivos. Porque leemos sus palabras y parece que lo tengamos delante, porque dice verdades a diestro y siniestro y porque habla alguien que durante décadas se ha dedicado a hacer, a dejar huella y no a perder el tiempo en pontificar o en cortesanismos que no llevan a ninguna parte. Eso sí, cuando le preguntan responde:

Se ha hablado de la burbuja inmobiliaria, pero no de la burbuja cultural, que en el caso de las artes escénicas, llevó a esas grandes inversiones en auditorios que se cargaron la empresa privada de un plumazo. Apareció la figura de los gestores culturales como una especie de nuevo oficio que con el dinero público, con muy buena voluntad, quiso llevar a la ciudadanía al teatro. Se ha demostrado que el público no es capaz de mantener esa burbuja cultural de auditorios que están vacíos y esa gran red de funcionarios y técnicos que fueron y son en muchos casos fuegos artificiales.”

No podiamos esperar menos de un niño cuyo padre no lo llevó a los toros porque no quería dejarle en herencia un ritual tan violento. En un gesto de justicia poética, Little Ramón se convirtió en el torero de perros más famoso de Bilbao 😉

 
“Yo soy autodidacta, entonces nunca puedes poner en el currículum que has estado en el Actor’s Studio o en otra gran academia. Así que buscas en tu infancia y en tu adolescencia el origen de mi dedicación a la escena. Y supongo que ha influido que haya sido monaguillo en la parroquia de San Juan o algo tan surrealista como ser torero de perros. Mi padre era un gran aficionado a los toros, pero a mí me educó de una manera especial, no me dejaba leer aquellos tebeos de ‘Hazañas Bélicas’, y no me llevaba a los toros, pero sí a los espectáculos de El Bombero Torero. O me llevaba al fútbol en San Mamés solo a los partidos benéficos de gordos contra flacos, así que cuando vi el primero en serio, me pareció un aburrimiento, todos delgaditos y el público enfebrecido… Esa formación tragicómica de mi padre, se alimentó con el peluquero de la Plaza Nueva que me decía que iba a ser torero. Así que, cuando me regalaron una montera y un capote de juguete, me puse a torear los únicos animales que conocía, el pastor alemán del ciego, un ratonero de Castora la de los caramelos, otro de Víctor Montes…”

Ramón concluye:

Hay que recuperar la iniciativa privada y que la administración no ejerza de empresaria poderosa. Que haya un liderazgo de la iniciativa privada con el apoyo de lo público, que prime la parte artística, sin olvidar la gerencia, claro, pero que se impulse la creación.”

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Quienes hayan ido sabrán que Pabellón 6 es un lugar mágico, que ha encontrado un público fiel que busca allí algo diferente a la vida enlatada que se ofrece desde algunas iniciativas “culturales”. Con el paso de los años, el proyecto se ha hecho más fuerte, con raíces sólidas y haciendo que florezca el nuevo Zorrozaurre.

 
Si no has estado, si la única que ves que estuviste en el teatro fue porque te obligaron a acompañar a la Tía Gertrudis y te pareció un muermo, deberías probar la versión sin colorantes ni aditivos artificiales antes de decidir si ver a gente jugando a ser otra gente, a conocer el alma humana a fondo, a emocionar al otro con la palabra es algo que te gusta.

No podemos estar más contentos por volver a tenerle cerca y de regreso en Bilbao tras su periodo demoniaco/mefistofélico en Madrid.

Así que en el teatro nos encontraréis, cuando el trabajo nos deje 😉